Reseña literaria: Mandíbula, de Mónica Ojeda

Mejores novelas de terror

Mandíbula, de la escritora ecuatoriana Mónica Ojeda. Mejores novelas de terror. Escritores hispanoamericanos.

Título: Mandíbula

Autor: Mónica Ojeda

Editorial: Candaya

Páginas: 288

Precio: 16.15 euros

ISBN: 978-84-15934-49-3


Mónica Ojeda (Guayaquil, Ecuador, 1988) ha publicado las novelas La desfiguración Silva (Premio Alba Narrativa 2014), Nefando (Candaya, 2016) y Mandíbula (Candaya, 2018). Es autora también del libro de poemas El ciclo de las piedras (Premio Nacional de Poesía Desembarco 2015) y de algunos relatos breves como, por ejemplo, Canino.

 

De las novelas que leo, son muy pocas las que llegan hasta aquí. Mandíbula, por méritos propios, ha traspasado el exigente filtro y se ha ganado un puesto en mi selecta colección de reseñas literarias.

 

Mónica Ojeda es el tipo de escritor –esto es, escritora– que más me interesa: atrevida, desafiante, incómoda. Su apuesta es la de una literatura que explora los territorios más escabrosos, sin complejos, sin miedo, con una mirada lúcida que revela y nombra lo que no se puede nombrar.

 

En Mandíbula, pues, la autora ecuatoriana narra los hechos que se derivan de la espeluznante relación que se establece entre los tres personajes protagonistas: por una parte, las adolescentes Annelise y Fernanda, temerarias lideresas de un grupo de compañeras de clase que, en sus ratos de asueto fuera del instituto, se dedican a acometer peligrosos desafíos en un edificio abandonado, incluido el de adorar al Dios Blanco invocado por la imaginativa Annelise (leitmotiv de la narración); por otra parte, la profesora Clara, traumatizada por las agresiones delictivas que recibió en su último puesto de trabajo por parte de dos alumnas despiadadas; una mujer, además, marcada –configurada– por su problemática relación maternofilial (hay aquí una profunda reflexión ideológica que trasciende la mera anécdota, la idiosincrasia del personaje en cuestión). Poder, posesión, sumisión, venganza y psicopatía. Estos son los elementos que articulan las extremas relaciones que mantienen los tres personajes protagonistas. Un torbellino de violencia. Una insaciable mandíbula que es la flor más exuberante del mundo.

 

El retrato de la profesora Clara, la conflictiva relación con su madre y la estampa de una clase docente mediocre y adocenada (la autora esquiva toda corrección política) son, a mi juicio, los elementos más sólidos de la novela. No me ha convencido, sin embargo, el capítulo XXI, integrado en su totalidad por el ensayo –trufado de revelaciones personales– que la alumna Annelise entrega a su profesora Clara: aun aceptando que Annelise sea una estudiante superdotada con un gran talento creativo, la madurez estilística e ideológica que exhibe en su trabajo académico resultan inverosímiles; esto es, muchos de los fragmentos que lo conforman son más propios de la madurez intelectual de Mónica Ojeda que de la de cualquier adolescente, por muy inteligente que este sea. En conclusión, a la autora se le ha ido bastante la mano en la escritura de ese ensayo escolar. En cuanto al desenlace de la narración, es todo lo abstracto y elusivo que debía ser.

 

Hay en el arte narrativo de Mónica Ojeda una ostensible voluntad de estilo. Así, la prosa está muy cuidada, siempre al servicio de la creación de una atmósfera ominosa, absorbente, prolífica en imágenes que, en esta ocasión, son mayoritariamente de carácter surrealista, en consonancia con las de su poesía (de gran calidad, por cierto). Sirvan como ejemplo estos fogonazos: «Todas las voces eran norias de calaveras en su cabeza», «Su voz suena lenta, como una iguana pelando el sol», «Salta una flor de huesos a los hocicos infinitesimales». En definitiva, resulta fácil apreciar la predilección de la autora por la metáfora y el símil irracionales, de estirpe surrealista, que tan bien engalanan los delirios de esta narración conturbadora; asimismo, resulta inevitable reconocer el consolidado talento estilístico de Ojeda.

 

En conclusión, Mónica Ojeda es una autora a la que hay que leer. Ningún lector exigente puede privarse de su literatura. Confiemos en que el despiadado mercado editorial permita a esta joven escritora publicar todos los libros que a ella le plazca escribir.

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