Escribí La otra vida a lo largo del año 2004, tras recuperarme de una delicada operación de glaucoma. Había planificado la novela meticulosamente. Fueron, si no recuerdo mal, nueve meses los que invertí en escribirla. Tres eran mis objetivos principales: construir la compleja personalidad de un adolescente superdotado, exponer y ejemplificar una teoría del enamoramiento y tejer un discurso denso y analítico.
Durante los cuatro años siguientes, dediqué buena parte de mi tiempo y la mayor parte de mi esfuerzo a conseguir que un editor publicara una novela que yo consideraba excelente. Pero, por lo visto, los diferentes agentes involucrados en la selección editorial no compartían mi criterio.
En enero de 2008, cuando ya casi había perdido la esperanza y me sentía severamente azotado por el fracaso, se produjo un inesperado milagro: el jurado de un certamen literario relativamente importante consideró que mi novela era excelente, y así me lo manifestó. Desafortunadamente, ese mismo jurado decidió concederle a La otra vida el segundo premio del certamen y, por tanto, como rezaban las bases, mi novela se quedó sin editor.
Durante los dos años siguientes ninguna editorial accedió a publicar mi novela premiada. Hasta que apareció Brosquil Ediciones en el firmamento. Aunque la editorial valenciana no me ofrecía condiciones contractuales óptimas, acepté su oferta porque la editorial contaba con una buena red de distribución nacional y, sobre todo, porque sabía que aquella era la primera y probablemente la última oportunidad que tendría de hacer pública mi novela.
Surgieron muchos problemas durante el proceso de edición que resolví como pude. Pero lo peor llegó cuando Brosquil Ediciones distribuyó la novela: en primer lugar, el libro no se puso a la venta en la fecha prevista, arruinando la campaña de promoción que yo había preparado; en segundo lugar, ninguna librería de Barcelona aceptó la novela, a pesar de que estaba premiada; en tercer lugar, Brosquil Ediciones no me entregó la documentación del control de tirada (porque había mentido respecto a la cantidad de ejemplares de los que constaba la primera edición); en cuarto lugar, tuve que persuadir personalmente a las librerías de Barcelona de que aceptaran mi novela como novedad (unas cuantas lo hicieron); en quinto lugar, pronto descubrí que casi todos los ejemplares de la primera edición estaban defectuosos o muy defectuosos (la editorial conocía esta circunstancia y aun así los había distribuido); en sexto lugar, como Brosquil Ediciones se negó a retirar los ejemplares defectuosos del mercado, tuve que retirarlos yo mismo, tanto de los almacenes de los distribuidores como de cada una de las librerías a las que tanto me había costado persuadir. Después llegaron las amenazas de Brosquil Ediciones, los abogados y, finalmente, la rescisión del contrato por el incumplimiento de los artículos 72 y 64.4 de la vigente Ley de Propiedad Intelectual por parte de la editorial valenciana. Aun así, actualmente todavía hay algún que otro ejemplar de La otra vida a la venta que, en su momento, no pude interceptar.
Afortunadamente, ya hay una nueva y revisada edición de La otra vida, la cual no habría sido posible si las reglas del juego de la edición no hubieran cambiado tan drásticamente en tan poco tiempo. Hay mucho trabajo y dedicación tras esta nueva edición: he tenido que multiplicarme y asumir muchas tareas diversas; el resultado es una edición totalmente profesional. Espero que, esta vez, la novela no pase desapercibida. Porque, sin duda, La otra vida es una obra compleja y ambiciosa que merece perdurar.
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