Reseña literaria: 'El joven vendedor y el estilo de vida fluido'

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Portada de la novela 'El joven vendedor y el estilo de vida fluido', cuyo autor es Fernando San Basilio. Editorial Impedimenta.

Título: El joven vendedor y el estilo de vida fluido

Autor: Fernando San Basilio

Editorial: Impedimenta

Páginas: 168

Precio: 16,95 euros

ISBN: 978-84-15578-04-08

 

 

Fernando San Basilio (Madrid, 1975) es autor de las novelas Curso de Librería (Caballo de Troya, 2005), Mi gran novela sobre La Vaguada (2010) y la reciente El joven vendedor y el estilo de vida fluido (2012), que, sorprendentemente, ha sido editada por un sello –Impedimenta– que no suele prestar atención a la literatura española contemporánea y que se nutre de la traducción de obras extranjeras; en esta ocasión, pues, los editores han sido infieles a su línea editorial para publicar la novela –nouvelle– de San Basilio, quizá por considerarla imprescindible. El relato está precedido por un prólogo de Mercedes Cebrián (escritora que también debutó en Caballo de Troya) que se nos antoja innecesario.

 

La narración transcurre en el centro comercial La Vaguada a lo largo de la jornada laboral de Israel, que trabaja en un córner de la prestigiosa firma Fitchercrombie (trasunto, suponemos, de Abercrombie & Fitch). Israel, un joven anodino y desencantado, nada ambicioso, atrapado en una retahíla de turnos laborales, que acostumbra a buscar refugio y entretenimiento en el alcohol, descubre en el libro de autoayuda El estilo de vida fluido de Archibald Bloomfield un camino de redención. Alentado por las estrambóticas pero sugestivas enseñanzas de este manual –que ejerce a su vez de talismán– el joven vendedor se propone someterse a una transformación interior que, en última instancia, habrá de modificar radicalmente su vida, encaminándola hacia el equilibrio, la armonía y, en suma, la felicidad. Así, ingenuo y entusiasta, Israel abandona su puesto de trabajo e inicia un peregrinaje por el centro comercial acompañado de su talismán. En su recorrido, interactúa con otros personajes no menos desencantados y anodinos: el adolescente Nelson –aspirante a documentalista–, la dependienta Casilda –que se ahoga en un vaso de agua–, las díscolas vecinas del bloque de Israel, etc.

 

El único logro destacable de esta nouvelle es la construcción de su narrador omnisciente. Se trata de un narrador analítico e irónico que se erige en el verdadero protagonista de la narración, hasta el punto de que los personajes palidecen a su sombra. Esta voz intrusiva que proporciona todo tipo de matices sutiles, que disecciona a los personajes juzgándolos con frecuencia, que reflexiona e incluso divaga, que maneja el tempo y el timing del relato con gran pericia consigue que, durante el planteamiento de la narración, las expectativas del lector acerca del desarrollo de la novela sean muy altas. Y lo consigue, sobre todo, por mediación de un lenguaje denso, rico, preciso, fluido y meticuloso que tiene forma de red y de laberinto.

 

Sin embargo, el desarrollo de la novela defrauda al lector que había confiado en la destreza del narrador: el relato se convierte demasiado pronto en una sucesión de episodios disparatados, aburridos e irrelevantes; no hay en estos episodios ni potencia crítica, ni resonancias alegóricas o simbólicas y, lo que es peor, originalidad alguna. Además, el humor –una de las señas de identidad del autor– no funciona en estas páginas y la ironía, por su parte, solo es efectiva ocasionalmente. La narración, en definitiva, no logra sobreponerse a la nadería del estilo de vida fluido que pretende parodiar. Y muere, por tanto, ahogada en la irrelevancia. Lo único que no resulta irrelevante es el estilo, elemento siempre decisivo.

 

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